lunes, 24 de noviembre de 2014

Microrrelato de Ciencia Ficción

Texto a continuar:
Llovía estruendosamente. Un coche conducido por un anciano de facciones muy arrugadas y mirada siniestra atravesaba en aquel momento la carretera. Al tomar la curva, el auto comenzó a patinar y dio tres angustiosas vueltas de campana antes de ir a parar sobre un denso matorral, quedando inmóvil con las ruedas girando hacia arriba. Al cabo de unos segundos, el espantoso hombre...

pidió mi ayuda, y mientras le oía gritando que su coche se había vuelto loco, me acerqué a ayudarle.  No hacía más que decirme, que él no lo tenía programado así, que se suponía que nunca debería perder el control. Curioso, le pregunté que de dónde había sacado ese coche, a lo que me respondió que no era más que otra de sus muchas obras robóticas fabricadas con piezas de chatarra. Me contó que desde pequeño, su mayor sueño era fabricar un robot, y que después de muchos intentos había conseguido crear aquella maravilla. Me explicó, que entre sus muchas habilidades, estaba la de calentar la comida, gracias a las piezas de un antiguo horno,  y recargar su batería gracias a los paneles solares que llevaba en su interior. Pero que sin saber ni cómo ni por qué, perdió el control, aunque gracias a la forma que tenía, estratégicamente pensada para este momento, no había sufrido ningún daño. Me pidió mi ayuda para trasladarlo a su taller, donde también me dejó ver otras de sus invenciones, todas ellas increíbles. Tras comer un poco de comida recalentada, me dijo que él ya estaba mayor, y que gracias a mi amabilidad, me había concedido el puesto de aprendiz de inventor, como él lo llamaba. Sin tener ni idea de esto, acepté. A parte de conocer a una maravillosa persona, he podido descubrir que adoro esto de la robótica, todo ello gracias a una extraña casualidad.

Nº de palabras utilizadas: 243.

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